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Ricardo Limassol
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PERIÓDICO DE POESÍA UNAM

La corta edad de Ricardo Limassol (1987) puede ser un indicio para el lector de que lo que encontrará en Jóvenes sin futuro, les habla su capitán no será la continuación de alguna escuela clásica literaria del siglo XX, sino todo lo contrario. Con violencia y altivez, los veinte poemas de Limassol se rebelan y encaran la realidad zozobrante que nos aprisiona en el tedio cotidiano.

Antes de empezar, hay que señalar que el número de poemas en el libro recuerda a los Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Neruda o a los Veinte poemas para ser leídos en el tranvía de Girondo –que si bien en su tiempo fueron vanguardistas, hoy están reconocidos por el canon literario. Así pues, quizás desde este punto de partida, el número de poemas en el libro, se puede reconocer un guiño a la tradición literaria de la ruptura con la que Limassol es afín.

Por un lado, el título del libro, Jóvenes sin futuro, les habla su capitán, es quizá la primera pauta de lectura de los poemas. La voz lírica se dirige a todos los jóvenes, con o sin futuro, –jóvenes posmodernos que lo que menos quieren es comprometerse con la sociedad y con ellos mismos. Esta enérgica voz lírica asume la capitanía de la embarcación, de la empresa que parece hundirse más y más con el paso del tiempo que se consume a sí mismo:

Un año no dura un año,

un día no dura un día,

ahora:

la hora mide solamente

treinta y cinco minutos,

los segundos dejaron de

existir,

y la vida no alcanza para ser

vida.

Los títulos de los poemas también juegan un papel importante en la obra, pues algunos se asemejan a sentencias dictadas por la voz del capitán: Denme una manzana y convenceré a Dios para que nos regrese al paraíso, Detrás de la cortina se encuentra el paisaje de las ruinas o Antes la ginebra era medicina. Con estos ejemplos podemos percatarnos de que el desamparo y el pesimismo atormentan esta empresa marítima (“la felicidad poco dura, / poco enseña y solamente / produce problemas”); empero, la misma voz exhorta a la tripulación a naufragar con orgullo si no hay más opción: sálvese quien pueda.

Así, aunque el barco de la realidad zozobre, los jóvenes sin futuro pueden ponerse a salvo si y sólo si dejan de darle importancia a esta realidad, como nos dice el yo lírico:

Poco me afecta el declive de

la civilización, la guerra sin

fin, los golpes a la nación, el

mal tiempo, la falta de dinero,

los libros en llamas.

Y en otro poema:

¿Ahora qué debemos poner dentro del féretro?

La trivialidad del mundo entero.

No morirás. Pero vivirás enfermo.

Está bien. Me parece lo correcto.

Por otro lado, hay ciertos poemas que arremeten no sólo contra la pesadumbre de la realidad, sino también contra los poetas: “Todos son poetas fallidos”, “Poetas que dicen ser poetas sin que nadie se los pregunte. Poetas que revelan ser poetas. Poetas que pertenecen a algún movimiento literario. Poetas que usan zapatos deportivos”; estos son ejemplos de la escritura mordaz de Limassol. Incluso se mofa del ámbito literario en los siguientes versos:

Deberás crear un personaje

(o te comerán vivo)

dedicado al trabajo sucio:

no basta el talento

es necesario ser sociable

en reuniones aburridas

donde todos hablan pero

nadie tiene algo que decir.

Finalmente, otro rasgo importante en los poemas de Limassol es la ligera posibilidad de la esperanza (o lo que ahora sólo podemos llamar así) que se asoma en pocos poemas, lo cual puede ayudar a re-significar las actitudes de estos jóvenes posmodernos. Quizá no todo está perdido, sólo hace falta un Nuevo manual de combate (otro título de un poema de Limassol).

Quizás este libro de poemas puede entenderse como un llamado para todos los jóvenes. Un golpe de palabras más que un llamado: la ola que choca contra la feble armazón del barco, la ola que nos sacude y nos dice que hay que “bajarse del barco / antes de / su hundimiento”.

Jóvenes sin futuro, les habla su capitán es uno de los dos libros de poemas que Ricardo Limassol ha publicado. Ambos textos pueden leerse en la página del autor, y este libro está disponible en línea aquí. Aunque hay que señalar que la edición digital deja mucho que desear, pues únicamente cumple con la función de ser un soporte más para la lectura y contrasta demasiado con el cuidado de la edición impresa.

Además, Jóvenes sin futuro… se encuentra a la venta sólo en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica, lo que nos da una señal ambigua del fenómeno de la lectura de poesía de nuestros días. La poesía mexicana contemporánea, que no es editada por las casas de cultura o instituciones de gobierno, ha encontrado un “nuevo” mercado en esta librería y en sus alrededores. Esta revitalización del circuito editorial de libros de poesía hay que celebrarla, por supuesto. Pero, por otra parte, al estar disponible en una única librería –aunado al pequeño tiraje de este libro–, reduce las posibilidades de conocer la obra de Ricardo Limassol y de apreciar la elegante edición del ejemplar físico.

THE NEWS

On Tuesday, Ricardo Limassol presented his third poetry book provocatively titled “Ganar es de Perdedores” (Winning is for Losers) at Casa del Poeta in the Roma neighborhood, before an audience of his closest and dearest.

The author began by sharing the underlying idea that brought forth the book, a feeling experienced during his childhood, when at a family gathering, he noticed something in the sky and immediately felt compelled to share it, but refrained thinking perhaps he was the only one to see it. Now, at 29, no longer afraid of being the only one who perceives a nuance or a presence, his writing unapologetically points and makes you stare at it.

The tiny edition of “Ganar es de Perdedores” maintains the same brutal and terrifying sincerity as his previous books — “Jóvenes Sin Futuro Les Habla Su Capitán” (Youngsters Without a Future This is Your Captain Speaking) and “Todo Menos Trabajar” (Everything But Work) — achieved by a decision to be honest with himself before anybody else. He is the first to admit that he’d jump ship before it sank, not the ideal modus operandi for a sea captain, but to him risking his own life in the name of honor means nothing, hence the biting humor that peppers the entire trilogy.

Fan of Frank O’Hara and former copywriter, Limassol juggled with the power of persuasion and bluntness to deliver poems in two lines — part haiku, part maxim — a showcase of his own arrogance. The final part of the trilogy was conceived before the second book, although much had to be refined in order for it to come out. As editor of fanzine “Días Fantasma” Bernardo Gamboa, who presented the poet before the audience, put it: “Ricardo takes a shot at himself and breaks into pieces, picks up the part he likes the most, falls in love with it, only to polish it until there is almost nothing left .”

On the cover, a miniature dolphin that once was a speck of blood gives a warm and cunning welcome to the devastating pop and salty words inside. Published by Tijuana-based Editorial Ojo de Pez and carefully packaged in peach-colored paper, the book conveys the feeling of yearning, something which destroys but can’t be done without. The sea wrecks the ship, forces you to a strand, yet you realize life is nothing but emptiness without it. Sentimentality aside, every poem brims with the need to be read out loud, to be shared.

PEQUOD CO.

Barbarisms: A collective exhibition based on the eponymous poem by Ricardo Limassol

Pequod curated by fernanda ramos mena and Joaquín Segura is pleased to present Barbarisms: a collective exhibition based on the eponymous poem by Ricardo Limassol, with participating artists: Gina Arizpe, Yolanda Benalba, Andrea Ferrero, Cristian Franco, Lucía Hinojosa Gaxiola, Julián Madero Islas, Theo Michael, Raquel Moreno, Erin M. Riley, Adriana Salazar, Abril Salgado, Erick Saucedo and Sergio de la Torre.

During September of 1991, a 47-year-old unemployed Italian man named Piero Cannata caused damage to Michelangelo's David by striking it with a hammer that had been concealed on his person. Specifically, he fractured the left digitus secundus pedis of the statue, which is widely regarded as one of the most iconic and recognizable sculptures in the world. According to the perpetrator, he had received orders to carry out this act from a Venetian noblewoman who lived during the 16th century. Her precise identity remains unknown, but she was immortalized by the Renaissance painter Paolo Veronese in his work titled La Bella Nani.

Beyond the extravagance that represents the otherworldly intervention of an iconoclastic spirit, this episode is far from being an isolated event. It is is inscribed into a series of incidents throughout different historical moments in the global arena, where individuals or groups unpredictably attack all sorts of objects that even tangentially fulfill certain fixed ideological functions. These do not represent acts of faith, but dissident gestures intended to manifest disagreement against the norm, be it aesthetic, political, religious, economic or social, some of them even seeking to impose an opposite standard.

The concept of barbarism connotes a deviation from well-trodden paths. However, a vice or incorrectness can always offer, in another context, an open possibility, a latency. Spectacularizing the cataclysm is now a happening of the everyday, as if the end of the world could be one and identical for everyone. Barbarisms does not revolve around revolutionary plans for a glorified future. Moreover, it puts forward a set of frictions as reliable indicators of the multiple perspectives that coexist in the face of imminent planetary demise. In this state of entropy, the sublime has been irrevocably fragmented and may no longer hold relevance at all.

The exhibition features thirteen stances which advocate for the acceptance of imbalance and uncertainty. The artists refer to distinct subjective worlds that coexist in a chaotic yet minimal conversation, challenging a bleak environment that finds in sameness its lazy leitmotiv. It is a choral narrative structured through such crucial issues as migration, mental health, environmental crisis, structural violence, and liquid identities amidst a weary era. This intergenerational cohort deploys a repertoire of strategies for controlled decay, which can be deemed as the new institutionalization of collapse, where everyone is a failed poet.